Me doy cuenta, de pronto, que no tengo remedio. Que mi casa, la verdadera, como la de muchos, es la errancia. Una errancia sin fin. Unas ganas enormes de no tener casa. O de hacer de nuestra casa, la verdadera, una casa móvil, una motorhome que nos vaya llevando de ciudad en ciudad y así, de ciudad en ciudad, que nos vaya llevando de país en país. Y que lo mismo sucedira con nuestras profesiones. Que fueran intercambiables o móviles también. Y que, en mi caso, yo pudiera dar clases de literatura hispánica en la Universidad de Christchurch un día, y al siguiente día darla en Nelson o Wellington, o si mi nave puede devorar miles de kilómetros en un día, y
atravesar mares y montañas, pues darla en New Mexico y luego en Irlanda y luego en los Países Bajos, y que no existiera un Human Resources por cada universidad sino uno grande, universal, encargado de depositarnos nuestro salario según las horas trabajadas en las diferentes universidades que visitáramos del mundo. Hoy Christchurch, tres días después Nelson, cinco días después Seattle, diez días después Neuchatel, etcétera. Y el dinero ahí, en el cajero, depositado por la Universal Human Resources, tan justa siempre y eficiente. Qué bello sería saber que realmente el hombre de ahora no tiene en realidad casa (ni rostro, ni porvernir, ni pasado) y que su destino es errar por el mundo a la busca de lo que no existe. A la busca de sí mismo. Yo daría cuánto por un buen motor de vagoneta y una buena cama. Una mujer rubia y sexy y con sombrero tejano. Y una carretera interminable. Interminable.
viernes, mayo 02, 2008
viernes, febrero 29, 2008
Espiral
Es verdad que tengo que venir más a este agujero. Pero los días se me van acumulando. Las horas se me van acumulando. Todo se me va acumulando de una forma espantosa en las costillas, en la espalda, en la nuca. Ayer traía precisamente un dolor terrible en el nacimiento de la nuca. Una mano torpe me la presionaba de adentro hacia afuera y de afuera hacia dentro. En un momento llegué a pensar que me dejaría en la nuca un agujero como este. Como este blog al que casi no puedo venir. En algún comentario me lo decían. ¿Por qué no actualizas el blog? ¿Para qué lo tienes entonces? Y tiene razón. Una carpeta más, otra carpeta menos, qué más da. En mi cabeza tengo las carpetas que tengo en la computadora, las tengo por orden alfabético: la carpeta de la narrativa, la carpeta de la poesía, la carpeta de los gastos diarios, la carpeta de lo porvenir, etcétera. Algún día quisiera sólo echarme en la cama a dormir, y dormir con los pies apuntando hacia ninguna parte. Pero no, en esta vida hay que llegar siempre a alguna parte, y llenar carpetas de todo tipo porque entre más carpetas uno llene es mejor la recompensa, a saber. Si llenas bien la carpeta de la narrativa tendrás éxito como novelista. Si llenas bien la carpeta de los gastos diarios es probable que te conviertas en un banquero de renombre. Y así. Todo es llenar carpetas. Todo es mantener la cabeza llena de folios desparpajados para, por lo menos, no sentir la distancia. Para por lo menos no saber que mis fronteras son el mar y el abismo. Y que para llegar a mi país, desde este otro país que no existe, sólo necesito cerrar los ojos y aguantar la respiración.
lunes, diciembre 31, 2007
Nuevo año (2008)
Primero: Dios sí existe. Dios pese a Dios mismo. Inevitablemente. Y tiene ojos, manos, siente amor y misericordia. A veces odio. Existe. Es una imagen esplendente hecha a la medida de tus esperanzas. Ah, la esperanza, río a veces enturbiado, deseo que se posterga. Pero 2008 será todavía mejor que 2007. Y habrá salud porque habrá felicidad y habrá felicidad porque habrá salud. Vasos comunicantes: salud, felicidad, amor. ¿Qué haríamos sin esta trinidad? Naufragar el mar de sombras, ahogarse en las alturas del abismo, ceder a la tentación del fracaso. Mi deseo de bienestar y buenos deseos se extiende más allá de mis manos. Es mis manos. El 2008 será bello como el jilguerillo invisible que canta en mi jardín.
jueves, noviembre 29, 2007
Carta de Sariñana
Recibo hoy carta de Carlos Sariñana, de quien en algún momento hablé en este blog a propósito de su cotrometraje "A una mujer decente", quien nadie debería dejar de ver. Yo lo vi en una colección de cortometrajes que tienen como temática común la cuestión del amor, el sexo y otras perversiones. Ahí encontré el cortometraje de Carlos. Pero decía que hoy recibí su mensaje (que por cierto casi no leo porque me llegó a la bandeja de correo no deseado) y me sorprendió de tal manera que se me pusieron, como le dije, los pelos de punta. Y lo digo así porque, como lo dijo Justo Navarro en la introducción que hace a la novela "El cuaderno rojo" de Paul Auster, hay coincidencias y casualidades con las que te mueres de risa, y hay coincidencias y casualidades con las que te mueres. Y punto. Esto fue de las primeras, obviamente. De otra forma no estaría aquí hablando de lo que hablo. Y fue de las primeras porque yo he escrito una novela titulada "Conducir un trailer", que publicará en breve Random House Mondadori, en la cual no hice otra cosa que cine. O lo que yo entiendo por hacer cine. Es como una especie de punto de vista cinematográfico, como una especie de narrador de secuencias, de cuadros, de enfoques. Lo mismo he hecho con muchos de los microrrelatos que escribo, nada más que hasta antes del mensaje de Carlos Sariñana no había tenido ningún contacto con ningún cineasta. En fin. Que si bien es cierto de este conector no puede salir más que humo, tan bien es cierto que lo último que se pierde (y debe perderse) es la esperanza. Vamos, pues, a ver qué nos depara esta cinta.
jueves, octubre 25, 2007
Tarimas
Son tarimas las que tenemos en la mente. Una sobre otra, desplegadas casi hasta el infinito. Con puertas que son espejos y espejos que son ventanas. No se sabe qué miran, si miran, o qué reflejan. Otra vez ando en las tarimas, patizambo. Dando tumbos. Pero me pongo al servicio de Dios santísimo, como siempre. Y ante él me arodillo como las ramas de un árbol llorón, de esos que uno encuentra en Wanaka. Allá voy al encuentro de mí mismo. Como siempre, esta también será una alegra bienvenida. Lunes 29 de octubre a las 5pm y una veladora que lo incendie todo.
viernes, septiembre 21, 2007
jueves, septiembre 20, 2007
Prosas apátridas
Es cierto que, para mal del propio Julio Ramón Ribeyro, escritor peruano que está siendo injustamente olvidado, estas líneas que escribo no contribuirán en nada a su ungimiento. Pero de cualquier modo el testimono lo vale por sí mismo, aun cuando lo hubiera dejado morir en el pensamiento. Quiero decir que pocas veces un escritor me ha movido tanto como el escritor que fue Julio Ramón Ribeyro en sus "Prosas apátridas", quienes poco conocen y comentan, o quienes poco comentan aun conociéndolas o viceversa (si esto es posible). La lectura de sus "prosas apátridas" me deja fulminado, y de ellas rescato, sobre todo, la mirada, el punto de vista, y esa forma ribeyroniana de penetrar en la realidad, de extraer sustancia de aquello que parece no tenerla. Sin duda, más que sus cuentos y novelas, lo que perdudará de Ribeyro son sus prosas apátridas, su propio diario. Poco escritores tant escritores como el mismo escritor Ribeyro, y, pese a todo eso, ni se siente que sea un oficiante tan magistral. Por eso adquirí el mal hábito de terminar sus "prosas apátridas" y volverlas a empezar inmediatamente después, terminarlas otra vez y volverlas a empezar, tal como hacen los relojes o el agua de las fuentes.
miércoles, septiembre 19, 2007
Good news
Estoy a puntadoo de realizar la prueba final. Me faltan escasos cinco días. Visto de arriba abajo, podríamos decir que tengo miedo y templanza, pero que el miedo está en la superficie, esto es representado en su propia vulnerabilidad, y la templanza está en lo hondo de mi ser, inamovible, esto es representando su propia invulnerabilidad. Sin embargo, aun cuando puedo ver los dos ámbitos, el miedo y la templanza, y sobre todo el lugar que ocupan, me siento intranquilo, el sueño se me derrumba a mitad de la noche, me vienen de pronto los dolores de cabeza o estómago. La incertidumbre, que es un elemento que se sale de cualquier tipo de control racional, opera haciendo que no alcance yo la total seguridad de mis sentimientos e intuiciones, de ahí que haya momentos de duda y desazón, los cuales terminarán, como será, en el momento en que la visión primigenia, la más pura de todas, esa que nace de forma espontánea, confirme que todas las cosas no sólo han estado bien sino, lo que es mejor, que han permanecido siempre en el mismo lugar.
Clásicos
La única forma de renovar la literatura es renovando a los clásicos. Los escritores clásicos. En la actualidad los lenguajes que responden a nuestra realidad más inmediata, los que conforman, digamos, el espíritu de la época son los que han comprendido esto que acabo de decir. Obviamente que el término renovando a los clásicos es demasiado ambiguo y, por lo mismo, complejo. ¿Qué habrá querido decir?, alguien preguntará. ¿En qué sentido hay que tomar tal expresión?, replicará otro. He ahí el secreto del asunto, precisamente en su dificultad. Pero no faltará quién pueda entenderlo, y verlo claramente, y entonces no faltará quién se convierta en un Joyce, en un Proust, en un Kafka, y en unos cuantos años se convierta tambien en un clásico, y en otros tantos pase su obra por el tamiz de otros que, como él, algún día, intentaron renovar la literatura.
martes, septiembre 11, 2007
Filosofía del Árbol
Mientras caminaba por la zona arbolada del jardín botánico me detuve en un árbol que tenía las raíces expuestas. Un árbol enorme que se entrañaba en la tierra con unos tubérculos de raíces enormes. Entonces pensé que los árboles deberían ser figuras modélicas para los hombres, una especie de ejemplo de virtud. Y que, siendo así, el hombre debería aprender a crecer también hacia dentro, construir raíces largas que a su vez ayudaran a sostener lo construido fuera (casas, automóviles, logros laborales, terrenos, herencias, lujos, ropa carísima). Pensaba que hay un tiempo para construir fuera y un tiempo para construir dentro, y que solo Dios sabe a qué tiempo corresponde lo uno y lo otro. Y cómo. Lo mejor sería ser un árbol pequeño de largas y hondas raíces en medio de un parque que siempre tuviera niños jugando. Sería bueno que siempre hubiera un día soleado y que se oyera, a lo lejos, el canto de los pájaros.
martes, septiembre 04, 2007
Los ojos de Dios
R.G. corría en la cinta metálica del gimnasio. Corría para evadir un dolor que le llegaba hasta el esqueleto del corazón, hasta los huesos del alma. Corría R.G. pensando en la desdicha, implorando. Y entonces, de momento, el hombre que era R.G colocó sus manos en la barandilla del aparato y cerró los ojos. Pidió una prueba grande, divina. En un día radiante de sol pidió a Dios hacer llover. Dijo: haz llover, Dios. Pero el sol seguía incólume ante la imploración. El hombre que era R.G en aquel entonces bajó de la cinta metálica, fue a hacer algunos estiramientos y bebió un poco de agua. Tardaría algunos quince o veinte minutos en realizar estas actividades. Cuando caminaba por el corredor hacia los vestidores vio por la ventana del fondo un cielo nublado, lleno de nubes negras. Conmovido, pensó que se trataba de un espejismo, una mala celada de los sentidos. Entró en el vestidor, se puso el pantalón de mezclilla, la camisa verde, la chamarra negra, y salió del gimnasio. Cuando se detuvo en la acera para cruzar la calle, sintió en el rostro las primeras gotas de lluvia. R.G no lo podía creer. Caminó bajó la lluvia que cada vez arreciaba más hasta que llegó a su oficina. Entró e hizo una llamada a su mujer para contarle lo que le había sucedido. Antes de colgar, volteó y miró por la ventana, otra vez, el cielo atravesado por un sol radiante. La luz del sol extendida en la explanada. R.G o lo que quedaba de él en aquel momento, no pudo evitar llorar. Su llanto, el de ese hombre al que se le dio encontrar lo que buscaba, se fundía con la lluvia que momentos antes le había mojado el rostro. Desde aquel entonces, en el corazón del hombre que es R.G. se levantó un contrafuerte, una fortaleza, un muro interminable que lo protegía de las aves negras y los monstruos que la razón engendra.
viernes, agosto 31, 2007
Cartas
Recibo carta de Judith Sabines. Una carta larga, como un río. Una carta entrañable, como todas sus cartas, pero especialmente ésta. Esta que me ha llegado al hueso. No puedo glosarla por respeto a Judith. No puedo decir lo que me habló de su padre. Su padre Jaime. Su padre Jaime Sabines, mi maestro. Y me ha dolido en muchos sentidos la carta porque ha sido para mí como un espejo. Un espejo en el que se mira incluso lo que no es. Yo también tengo esperanza. Yo también hablo de Dios como se habla de un buen vecino. Y quedo erguido, incólume, abierto al mundo como el mundo. Bien dice Judith que uno se sobrevive a sí mismo, aun cuando cree que no se va a resistir el vendaval. Bien o mal, uno es el vendaval. Uno es esa corriente que no cesa y que sigue vibrando en el aire imperecederamente.
jueves, agosto 16, 2007
Fijar el blanco
Lo he pensado siempre y ha sido un amuleto, un Dios presente, una energía inquebrantable que me da entereza, templanza, paz, seguridad, certidumbre. Lo digo: Moriré a los 84 años, sentado en una silla mecedora frente a un ancho ventanal a través del cual se verá una hermosa bugambilia. Me quedaré dormido, cansado, y mi corazón, como mis ojos, se apagará en un respiro apacible y silencioso, como si se tratara de un hilo de agua tibia y clara que corre por entre las piedras de un río. He dicho.
miércoles, agosto 15, 2007
Balzac dixit
La esperanza es una memoria que desea, dijo Balzac. Si esto es así, el proximo año habrá buen sol en casa y buena pastura en el campo trasero.
sábado, agosto 04, 2007
Pensamiento del adentro
Estaba pensando en Dios. Pensaba en las formas de su presencia. En su entidad. En sus geografías. Pensaba que estaba muy acostumbrado al pensamiento del afuera, al pensamiento que se extiende de las extremidades de mi cuerpo (manos, pies) al centro de una ciudad o pueblo, pero no al pensamiento del adentro, al pensamieot que se extiende de las interioridades de mi cuerpo (corazón, hígado, nervaduras) al centro del corazón o el alma. Pensaba que este es un buen día para pensar en mis interioridades, y así extenderme, hundirme hasta las últimas y más lejanas raíces de mi mismo, todo esto hasta que sea capaz de encontrar a Dios. De encontrarme. Quizá eso me ayude a recobrar todo lo que, sin haber dejado de ser, no he sido.
sábado, julio 28, 2007
Ella es yo
En realidad, sobra decir su nombre, salvo que es Blanca como la espuma y hace nacer, con solo una mirada, el día. Hoy le he dicho lo que me habían aconsejado que no le dijera y eso ha bastado para que los agujeros que tenía en la memoria, y los hoyos que se me estaban formando en el corazón, y los despeñaderos que me crecían como grandes olas en el alma, se me cayeran como espejos rotos al pie de mis abismos. Buscarla a ella es, en realidad, buscarme a mí mismo. Y aunque yo no soy ella, ella, desde una linde a otra, es yo.
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