miércoles, noviembre 30, 2005

Espejo

Hermano Jaime Muñoz:

su carta, como todo lo que escribe, me ha conmovido. Me ha conmovido realmente. Pero déjeme decirle que yo nomás soy un espejo de sus palabras. Es decir, lo mismo que usted me ha dicho describe lo que yo siento y pienso por usted. Haberle conocido, haberle leído, en tan poco tiempo, y haberle metido en la entraña de tal manera, y haberle encontrado en el Aeropuerto aquel día, encontrado con sus ojos caídos de sueño, es algo no sólo irrepetible sino genuino e instransferible. Sólo le pasa a los grandes, hermano. Y no estoy haciendo literatura. Estoy hablando de la carne y del hueso. Mejor: del tuétano que hay en ese hueso. Nosotros somos tuétano, hermano. Y eso es todo. Y cada cosa que escribamos, mientras la escribamos así, mientras la embadurnemos de vida, sangre, lodo, y nos retiremos de ese artificio y fantochismo escritural del que están plagadas muchas de las novelas que se publican aquí y allá, entonces la vida nos compensará. Seguro que nos compensará, como nos está compensando: con el cariño, con la amista, con ese amor macho del que habla es su novela. No hay más. Usted está junto a Daniel Sada, junto a Roberto Bolaño, junto a Juan Marsé, junto al primer Fernando del Paso (tan mal valorado aún también), junto a Alan Pauls, junto a Osvaldo Lamborghini, junto a cierto César Aira, cerca del espléndido Javier Tomeo, del que nadie habla, junto al Vila-Matas de "Suicidios ejemplares", junto al Javier Marías de "Mientras ellas duermen" o "Corazón tan blanco", y pegado al David Toscana de "Duelo por Manuel Pruneda", a la Cristina Rivera Garza de "La cresta de Ilión", al Mario Bellatín de "Salón de Belleza", al Pedro Ángel Palou de "Con la muerte en los puños", al Jorge Volpi de etcétera, el Ignacio Padilla de etcétera etcétera. Así que, hermano, usted, aunque no lo quiera, es un hombre en llamas que pronto incendiará el bosque de hojas otoñales en el que camina, en muchos sentidos, nuestra querida literatura mexicana. Sólo es cuestión de: paciencia. Y vitalismo. Y fe. Y seguridad. Y unas ganas perras de no morir en la raya.Como las que yo tengo.
Ya sabe que le mando muchos abrazos afectuosos
a usted, y a sus cuatro mujeres

Rogelio

No hay comentarios.: